El lugar de las mujeres en el budismo (IV)

La Orden de Bhikkhunis


A menudo esto es considerado como una evaluación crucial del rol de las mujeres en el budismo. Lo que puede concluirse es que mientras el Budismo pasa esta prueba, lo hace con las menores calificaciones.
Cada religión ha protegido celosamente la entrada a su más íntimo sanctum. En muchas religiones las puertas de este sanctum están excluidas para las mujeres. En el Budismo uno podría considerar que el Sangha forma parte del Buddha Sasâna (la Dispensación del Buddha). Es parte de la Triple Joya, a la cual todos los budistas van por refugio. Existen algunos argumentos sobre si el Sangha lo constituyen aquellos que formalmente han emprendido seguir las reglas del Vinaya, o consiste en aquellos que han “entrado en la corriente” sea monje o laico, pero no consideramos esta cuestión aquí, y tomamos la opinión popular consiste en el anterior.
Como es bien conocido, el Buddha estableció la Orden para Bhikkhus poco tiempo después de su Iluminación y estableció la Orden para Bhikkhunis sólo cinco años después. Los hechos relacionados con el establecimiento de la Orden de Bhikkhuni son bien conocidos y no necesitan ser narrados nuevamente por completo aquí. Tenemos a Maha Pajapati Gotami, la antigua madre del Buddha, expresando su deseo de entrar a la Orden; escuchamos el rechazo del Buddha a esta petición; vemos que Prajâpati Gotami insistiendo en su petición; e incluso después de seguir al Buddha por una larga distancia; escuchamos entonces la petición de Ananda al Buddha acerca de su comportamiento; y el consentimiento final del Buddha.
El establecimiento de la Orden de Bhikkhu es considerado como algo revolucionario en la historia de la religión. Es la primera vez que tenemos un cuerpo de hombres bajo una estricta disciplina sin una función sacerdotal. Previamente, los ascetas eran andariegos solitarios (samanas), que no pertenecían a cuerpo colectivo alguno. A veces se le atribuye a los jainistas el establecimiento de una orden religiosa, pero las órdenes jainistas era algo intermedio entre el aislado asceta hindú y el cuerpo organizado de sramanas que constituía el Bhikkhu Sangha.
La extensión del principio monástico a las mujeres fue aún más revolucionaria. La participación de las mujeres en la vida religiosa ha sido, la mayor parte de las veces, inexistente o dudosa (como por ejemplo en el caso de las devadasis de India y sus colegas en otros países). En el tiempo de Prajâpati Gotami el deseo de convertirse en una bhikkhuni era una aspiración común a muchas mujeres. Quizá vieron el la Orden de Bhikkhuni una libertad que no podían encontrar en la vida secular, donde eran tratada como inferiores de acuerdo con las reglas de una sociedad que daba poca importancia a las mujeres.
La decisión del Buddha de sancionar el establecimiento de una orden para las mujeres en el quinto año después de su iluminación fue un punto de referencia en el Budismo y en la historia de India. Pero para los parámetros modernos éste fue estropeado por las reglas especiales que el Buddha estableció para las bhikkhunis. Así, Prajâpati Gotami tuvo que estar de acuerdo con las ocho reglas especial (garudhammâ) antes de ser ordenada, y estas reglas fueron luego incorporadas en el Vinaya de la Bhikkhuni. Estas reglas pueden resumirse como sigue:
  1. Los bhikkhus siempre tienen preferencia sobre las bhikkhunis en asuntos de respeto, etc. independiente de cualquier otra consideración.
  2. las bhikkhunis no pueden observar el retiro de lluvias en un distrito donde no haya bhikkhu alguno.
  3. Los bhikkhus deben fijar las fechas para las ceremonias del Uposatha de las Bhikkhunis.
  4. La confesión de transgresiones por parte de las Bhikkhunis tiene que ser realizada antes de la asamblea tanto de Bhikkhus como de Bhikkhunis
  5. Ciertos procesos judiciales en el caso de las bhikkhunis deben ser emprendidos por ambos Sanghas.
  6. La iniciación de Upasampadâ de las bhikkhunis también debe ser dada por el Bhikkhu Sangha.
  7. Una bhikkhuni nunca debería abusar de un bhikkhu.
  8. Los bhikkhus pueden amonestar oficialmente a las bhikkhunis, pero no al contrario.
Estas reglas involucran la subordinación de las bhikkhunis a los bhikkhus sin poder ser negada. Algunas reglas pueden ser explicadas en términos de una necesidad práctica. Así, la regla 2 reconocía los peligros a los cuales una bhikkhuni podría estar expuesta si pasaba un largo período en retiro en áreas aisladas. Las reglas 3 y 6 podrían haber sido establecidas para ver que los nuevos procesos de la reciente Orden de Bhikkhuni correspondieran a y beneficiaran de procedimientos similares a los ya establecidos. La regla 7 parece ser una nueva exposición del precepto con respecto a “el habla incorrecto”. Pero las reglas 1 y 8 no pueden ser vistas bajo ninguna otra luz que la de una concesión de superioridad masculina. En términos práctica la regla 1 debe ser vista como la más molesta e, incluso, humillante en una sociedad donde la adhesión al protocolo de salutación era muy estricta. La regla budista habitual que regía la precedencia era el número de años que una persona había pasado en la Orden, y mientras esto siguió aplicándose a bhikkhus y bhikkhunis considerados por separado, cualquier bhikkhuni debía rendir respeto a cualquier bhikkhu sin importar cuán joven pudiese ser éste último. No es sorprendente que Prajâpati Gotami buscara la exención de esta regla (sin éxito, a pesar del apoyo de Ananda).
Aún independientemente de la explicación, la carencia de reciprocidad entre hombres y mujeres en las reglas, no se satisfacerla la edad actual. Desafortunadamente, la desaparición de la Orden de Bhikkhuni debe significar que esta cuestión debe permanecer como una académica. Sobre su lecho de muerte, el Buddha dio permiso de revisar las reglas menos importantes del Vinaya, pero el ofrecimiento nunca fue tomado. Si esto contribuyó a la extinción de la Orden de Bhikkhuni nunca lo sabremos. Algunos comentarios adicionales se harán en relación a Sanghamittâ y el budismo en Sri Lanka.
Las reglas especiales para las bhikkhunis han suscitado la crítica de ciertos observadores occidentales. En el cristianismo no existían sacerdotisas y, por lo tanto, ningún equivalente a las bhikkhunis. Lo más cercano que tenemos son algunos órdenes de monjas cristianas (cuyos equivalentes en los países budistas son las mujeres que toman los 10 preceptos). La posición de las monjas cristianas con respecto a los monjes y los laicos es claramente peor que la posición de las bhikkhunis bajo las reglas del Vinaya. Al menos las bhikkhunis no tenían que reconocer (después de la muerte del Buddha) a un hombre como la cabeza espiritual (como por ejemplo el caso de las monjas cristianas tendrían que reconocer al Papa o al Obispo).
La subordinación de las bhikkhunis a los bhikkhus podría ser vista un protocolo relacionado más que al progreso espiritual. Incluso entre los monjes no se sigue que un monje mayor es necesariamente espiritualmente más avanzado que uno más joven en términos de los años que ha pasado en la Orden. De igual forma, mientras las bhikkhunis pueden estar más abajo que los bhikkhus en términos de posición formal, pueden ser más avanzadas en términos de logro espiritual.

El lugar de las mujeres en el Budismo (III)

La posición secular de las mujeres


Cuando consideramos la posición concedida a las mujeres en la vida ordinaria tenemos que notar que la enseñanza del Buddha estuvo principalmente centrada en la emancipación espiritual individual. Esta emancipación podría ser manifestada en la conducta mundana de los individuos, pero el Buddha no estaba interesado en establecer y perpetuar una orden particular, ya que cualquier régimen real que fuese puesto sería insatisfactorio en un sentido budista. En cuanto a esto, el budismo se diferencia de otras religiones donde los asuntos privados y públicos eran traídos dentro del ámbito de la regulación religiosa. El Budismo no hace tales del matrimonio (donde la posición de la mujer es importante) un “sacramento” religioso como sucede, por ejemplo, en el Cristianismo o en el Hinduismo. La posición budista era que estos asuntos debían ser regulados por la sociedad a través de ciertos procesos sociales, políticos o legales. Lo único que se requería es que tales disposiciones no estuvieran en conflicto directo con el Dhamma. Es posible tener muchas formas diferentes de arreglos sociales y familiares que sean compatibles con el amplio marco de Dhamma.
Así, asuntos como el divorcio, la herencia de propiedades, etc., está completamente regulada por procesos sociales, y hay una considerable libertad para los individuos en tales disposiciones. En asuntos como el matrimonio, el divorcio, la posesión de propiedad, las creencias personales políticas o religiosas, etc., se permitió una libertad notable a las mujeres, y esto era algo que debió asombrar a los misioneros cristianos en los países budistas.
No obstante, en sus discursos a los laicos el Buddha realmente expresa opiniones, y recomienda las prácticas que él consideraba como compatibles con el Dhamma. En ocasiones, las opiniones del Buddha resultan coincidir con principios comúnmente aceptados por la sociedad, otras veces eran contrarias a estas opiniones.
Así, por ejemplo, en una sociedad que consideraba que los hijos varones eran más deseables que las hijas, el Buddha sostenía una opinión diferente. Cuando el Rey Pasenadi de Kosala, mientras aún era adherente de la religión brahmánica y compartía sus valores, estaba decepcionado de que su reina Mallika tuviera una hija, el Buddha le dijo: “Una hija, oh señor de los hombres, puede demostrar ser mejor descendiente que un hombre” (Samyutta Nikaya, iii, 2, 6). Es posible ver en este tipo de respuesta diplomática la prevención al rey de desarrollar una aversión hacia su reina que era budista, pero el sentimiento expresado es genuino, y está de acuerdo al resto de la enseñanza del Buddha.
Unos pocos discursos dados a los cabeza de familia acentúan los aspectos más mundanos de la vida, y de estos el Sigalovada Sutta es el más conocido. Este Sutta ha sido disecado para obtener las reglas de conducta sobre una amplia variedad de asuntos seculares. Este es un modo incorrecto de acercarse a la cuestión. En este Sutta, el Buddha no se establece en un código de jurisprudencia doméstica, pero instruía al Brahmín Sigala sobre ciertos principios básicos. De estos, los que son relevantes aquí son los deberes de una esposa hacia su esposo y viceversa. El Buddha establece las reglas en cuanto a que podrían ser consideradas de sentido común y sumamente sensatas. Ellas están conformes a las costumbres de aquel tiempo. Los detalles, en realidad, no son importantes, pero lo que si es importante es que el Buddha enfatiza en el principio de reciprocidad. Así, la esposa tiene deberes prescritos para con el esposo, así como el esposo para con la esposa. La carga igualitaria de responsabilidad y deberes puestos tanto sobre el esposo como sobre la esposa es un sello distintivo de la actitud del Buddha sobre el rol de las mujeres en la vida familiar. En este Sutta el Buddha identifica cualidades en las mujeres (belleza, riqueza, familiares, hijos, virtud) que las podrían hacer superiores a su compañero en el matrimonio, pero estas cualidades son aquellas generalmente aceptadas socialmente en el tiempo del Buddha. El Sigalovada Sutta presupone un sistema monógamo, pero algunos de los patrones reales del Buddha practicaban la poligamia al tener grandes harem, pero no eran amonestados por esto por el Buddha. Se trataba de un asunto que pertenece a la convención social, y el Buddha prefirió no puntualizar al respecto.
En otros lugares del Canon Pali, existen referencias a la posición de las mujeres que podrían no satisfacer a los exponentes modernos de “la liberación femenina”. Así el Dhaniya Sutta del Sutta Nipata ensalza la obediencia en las esposas (recordemos que el voto impuesto en el matrimonio cristiano de “obedecer” a sus esposos). Entonces hay varias listas de tipos de mujeres que aparecen en el Vinaya y el Sutta Pitaka, con la indirecta ocasional de que las más dóciles son el mejor tipo de esposa. Pero debe recordarse que estas opiniones no tienen forma alguna de fuerza coercitiva, y no siempre son compatibles con las declaraciones en otra parte. En una compilación tan grande como la del Canon Pali tal inconsistencia sobre el asunto es relativamente menor a lo que se espera.
Si uno consiguiera un principio general sobre la cuestión relacionada a los sexos, éste sería el principio de reciprocidad y no-dominancia que surge en las escrituras budistas. Incluso los Jatakas más tardíos son algunas veces hastiados de la mujer que vive temerosa a su marido, no es una verdadera esposa.